En México, el aprendizaje colaborativo ha tenido eco entre distintas corrientes y académicos. En Estrategias docentes para un aprendizaje significativo: una interpretación constructivista (2002), Frida Díaz Barriga y Gerardo Hernández destacan el valor de “las interacciones que establece el alumno con las personas que lo rodean” e indican que “no debe dejarse del lado el análisis de la influencia educativa que ejercen el docente y los compañeros de clase”. También les parece imprescindible “la evaluación del funcionamiento del grupo, que implica una reflexión compartida entre el docente y los equipos de trabajo”.
Una muestra de la vigencia institucional de este enfoque es el Plan de Estudios 2011. Educación Básica, de la SEP, que reconoce en el aprendizaje colaborativo un principio pedagógico que “orienta las acciones para el descubrimiento, la búsqueda de soluciones, coincidencias y diferencias, con el propósito de construir aprendizajes en colectivo”.
El fin de esta evaluación, es el conocer si cada uno de los individuos desempeñó de manera correcta su rol y las tareas asignadas, así como si es que se cumplió en tiempo y forma lo acordado y la clave más importante es saber si hubo un aprendizaje mutuo o una realimentación.
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